sábado, 21 de septiembre de 2013

Un paseo por Medellín


Relativamente me tardé alrededor de tres meses preparando un viaje, el cual solo duraría 15 días. Al final me sentí orgulloso de no haber creado ningún plan, pues fue mucho más placentero improvisar verdades, que imaginarlas por escrito.

Lo cierto es que solo creí que era real, cuando estuve sentado en el avión minutos antes de despegar, sin embargo, en el fondo la grata compañía brutal del miedo, me ubicada en situaciones que no dejaban avanzar mi felicidad. Logré vencerla en el momento que aterricé en el aeropuerto de Medellín, y desde ese momento dije: ya nada puede detenerme.

Aturdido sin poder pensar racionalmente di un par de vueltas alrededor del aeropuerto, admirado por el melodioso susurro de voces que cantaban a un ritmo diferente y quizás también por la brisa primaveral que me abrazó gentilmente para darme la bienvenida a su paraíso.


Desde el primer momento tuve un contacto físico y químico con ésta ciudad. Su estilo de sierra, combinado con la actitud costeña de sus habitantes, hacían que sea perfecta. Al entrar dentro del casco central el tránsito era dominado por las motos, cuya cantidad parecía superar a la de los autos; cada quien tenía una, desde el pelado más joven, hasta la abuelita más moderna. Nueve de cada diez mujeres, son increíblemente hermosas y lo extraño sucede al momento en que te das cuenta que pasa lo mismo con los chicos.





Una vez instalado en la casa de James (pronunciar como se lee, pues es una rara versión latina del nombre en ingles) mi anfitrión, la bienvenida continuaba con un recuento de anécdotas, acompañada de la mejor producción natural de Colombia, lo cual me llevó de repente a continuar soñando vencido por el cansancio.

Posteriormente lo que sucedió fue perder una mañana entera por esperar a quien sería mi compañero de viaje y que supuestamente se encontraba atrapado en el paro de campesinos que acontecía en esos momentos en el país. Una vez llegado, nos aventuramos a conocer la vida nocturna de Medellin y a encontrarnos con mi anfitrión y sus amigos quienes ya habían empezado con la prevía. Cinco horas más tarde, sin explicarme cómo? ya amaba con cierta inocencia y algo de perversión a esta ciudad.





Al siguiente día una ligera y amigable resaca fue nuestra guía turística. Recorrimos de norte a surte la ciudad en su moderno Metro y además visitamos emblemáticos lugares, como el Pueblito Paisa y la Plaza Botero. Sus autobuses urbanos son como chivas, llena de colores y muchas luces por la noche, lo cual me explica un poco el por qué de la alegría cotidiana que expresan. La comida aunque es muy parecida a la nuestra tiene su particularidad en la sazón, y una que otra diferencia en el aspecto como la presencia de la arepa por ejemplo, que nunca puede faltar en los platos colombianos. (La mejor que probé fue en Barranquilla.)

Durante los siguientes dos días continué perdido tanto física como mentalmente, envuelto en una aparente felicidad que parecía nunca acabarse. Reencontrarme con un gran amigo y compartir con otros nuevos empezó siendo una de las mejores experiencias que jamás pensé tener. Quizás por ser la suerte de ser mi primer viaje.

Luego de este poco tiempo de shock, me dejé llevar por el momento y dejé que la primera farra en Medellín me dejara con ganas de probar más. El parque Lleras y El Poblado, fueron los dos lugares donde farreamos junto a locales paisas. Además de eso puedo asegurar sin lugar a dudas que fue la hospitalidad y amabilidad de las personas la que hizo de mi viaje una verdadera aventura terrenal.

Medellin es conocida como la ciudad de la eterna primavera, gracias a su agradable y permanente clima; despiertas con un sol resplandeciente por las mañanas y aparece una brisa espeluznante pero placentera durante la noche. La ciudad está asentada sobre un valle y cubre con sus escenarios de cemento hasta las montañas que la rodean, al llegar la oscuridad la ciudad adquiere un aspecto similar al de Quito pero con un clima mucho más agradable, y con una visión y sentimiento totalmente diferente.