martes, 26 de febrero de 2013

La Revolución Francesa del siglo XXI


Porque donde entran 3, entran 10. Uno de los dichos más comunes y representativos de América Latina, aquel que nos da el calificativo de solidarios y hospitalarios.

Un nuevo año inicia, lleno de misterios e incertidumbre, buscando nuevas aventuras y experiencias. Mi plan era más sencillo, simplemente cambiar o al menos moderar un poco algunos de los hábitos de libertinaje que había adquirido en el año anterior. Aunque tal vez suena un poco exagerado al inicio, sabía que las razones de peso desaparecerían luego.

De repente una Couch Resquet informal me llegó. De esas en las que una palabra de recomendación basta para depositar toda nuestra confianza en alguien a quien ni conocemos. De esas en la que basta tener a nuestro amigo más loco en común con esa persona, para saber que será genial o interesante.

Primero fue la francesa Leti, seguido de su coterráneo Román; yo hasta el momento no tenía idea de que estaban viajando juntos. Sin saber el motivo de su solicitud le escribí a nuestra única amiga en común, Adriana Navar Berre "La Chola". Ella al fin despejó los desaciertos de mi pequeña confusión.


Dos de sus más locos huéspedes se dirigían al Manso, en busca del calor tropical de nuestra costa ecuatoriana. Con un poco de duda acepté correr el riesgo y recibí a dos franceses, que pronto se transformarían en tres, pues otro de ellos coincidencialmente llegaba también ese mismo día a Guayaquil.

Desde el primer el momento nació la química. Ellos viajeros insaciables en busca de aventura y diversión latina. Yo, un latino orgulloso de mi cultura y con ganas de compartirla con el mundo entero, logramos una complicidad perfecta que nos dejó con buenos recuerdos de gratos momentos.


La calidez que cada uno de ellos transmiten es única. "Adaptarse y disfrutar de la cultura que se nos presente en el camino", era su lema de viaje. Nunca se quejaron, conocieron muchos amigos en Guayaquil y ese calor no solo de ambiente, sino de gente, fue el que logró llenar los corazones de estos locos franceses.



Durante cuatro días, nos dedicamos a casi nada. Cocinar, comer, dormir, ver tv y hacer la fiesta, fueron parte las actividades claves de nuestra rutina diaria, aunque yo le aumenté las largas jornadas de trabajo, las cuales los chicos supieron entender y adaptarse, tanto así, que en uno de esos momentos decidieron acompañarme en una de mis largas noches de trabajo.


Además de esto les mostré un poco de nuestra ciudad, donde por boca de ellos supe que el calor fue el factor predominante que los extasió. Es tan gracioso observar que nuestro particular clima siempre debilita a nuestros visitantes, llenándolos de sueño y pereza, sin fuerzas para levantarse.


Lo cierto es que, después de un mes de haber vivido esta inesperada experiencia, lo recuerdo como si hubiese sido antier. Y aunque los chicos actualmente tomaron caminos diferentes, el contacto y la amistad sigue presente. Adriano volvió a la Universidad en Colombia, donde está cursando un año de intercambio; Leticia también se fue a Colombia, para pasar junto a su muy querido compatriota, el último mes que le queda en Sudamérica; Y por su parte el más loco del grupo Roman fue el primero regresar a Francia.