jueves, 19 de diciembre de 2013

Una caravana navideña llena de alegría

"Nuestro espíritu humano exige sin demora la solidaridad y la unión entre pueblos y naciones, más allá de las diferencias que podrían separarnos". Augusto Roa. 

Gracias a la colaboración de un certero grupo de miembros de Couch Surfing Guayaquil, se pudo organizar y realizar nuevamente y por quinto año consecutivo la "Caravana de la Alegría" versión navideña, actividad cuyo propósito siempre ha sido el de brindar una oportuna ayuda en tiempos de advenimiento a un selectivo grupo de niños y adolescentes de escasos recursos en alguna de las zonas vulnerables de la provincia.


Este año el lugar elegido fue "la bajada de Chanduy", una pequeña comuna insertada en el interior de la provincia del Guayas, cuyo difícil acceso hace que sea un lugar carente de necesidades básicas para un buen vivir; algo que la mayoría de asistentes pudieron constatar de acuerdo a la logística y ubicación del recinto.

El evento tuvo la acogida solidaria que se esperaba. Entre sus organizadores, Gustavo y Vanessa, y demás miembros que fueron juntándose a la causa desde hace dos meses atrás, se logró recolectar regalos, dulces, y alimentos, que les permitieron realizar un lindo agasajo para alrededor de 120 niños residentes en dicha comunidad.


Además del gesto navideño por parte de nuestra comunidad viajera, también se realizaron otras actividades que encendieron el ánimo y pusieron en arduo movimiento a los niños y familiares que presenciaron la jornada. Juegos, bailes, concursos y abrazos del mimo, hicieron que la confianza se adueñara del lugar y se viviera un ambiente de gran dinamismo y entusiasmo.





Algunos resumieron este día como algo enriquecedor; "El sentimiento fue maravilloso, el saber que un granito de arena puede generar tanta alegría en un niño, es indescriptible" comenta Vanessa Hernández, una de los principales motores organizadores del Evento. 

Esta ya es una actividad institucionalizada en nuestra comunidad, la cual pretende romper con los esquemas y estereotipos que envuelven actualmente a la página del Couch Surfing, demostrando de una manera diferente, que somos vulnerables ante la realidad humana y que a más de disfrutar viajando, también lo hacemos compartiendo parte de nuestra vida con quienes más lo necesitan.

martes, 10 de diciembre de 2013

Cartagena, mi bienvenida al Caribe!!

Una pesada ráfaga de aire caliente y abrumador golpea mi cara; un fogaje similar a los que hablares del infierno, tan caliente como el sol al medio día y tan húmedo como un día de invierno ecuatoriano. Eso fue lo primero que sentí al llegar a Cartagena de Indias. 



Nunca pensé que encontraría una ciudad más calurosa que Guayaquil, hasta que descubrí más de una similitud en estas tierras caribeñas de Colombia. De igual manera que en Ecuador, la transición del frío al calor tiene aspectos muy marcados, empezando desde la armonía del acento, hasta la manera de bailar. 

Nos dirigimos hacía el centro histórico de la ciudad, y sin mucho esfuerzo encontramos un hostal literalmente económico. El lugar donde nos hospedamos, conocido como "Getsemaní" es un barrio muy pintoresco y de estrecha humildad. Se asemeja por momentos, a lo poco que he visto en fotos de La vieja Habana. 


Sin perder más tiempo, nos aventuramos a explorar la ciudad y más allá de lo habitual de un barrio, se encontraba un impresionante Casco histórico rodeado por una amurallada zona que por momentos nublaba nuestra mirada perdida, pero al mismo tiempo nos incitaba a penetrarla y descubrir su belleza. 


Esta parte de Cartagena es muy dinámica, romántica e innovadora. El transporte dentro del centro histórico eran excéntricas carrozas jaladas por caballos, situación que te trasladaba en un viaje simultáneo a la época colonial, estableciéndote así en un ambiente preponderante y de gran estilo.





Al otro extremo de la muralla que rodea lo colonial, se pueden observar los grandes rascacielos que complementan la parte moderna y superficial de la ciudad. Allá en el sector de "Bonca Grande" donde están los hoteles y lugares más exclusivos, se encuentra también la playa principal de la ciudad, en donde las monumentales masajistas se pasean bajo el ardiente sol, el cual seguramente les otorga poderes mentales que adivinan tu grado de estrés sin ni siquiera tocarte, y te persuaden hasta conseguir darte un masaje. 




ISLA BARÚ: Playa Blanca

Como para cada cosa en la vida, existen dos caminos: lo fácil y lo difícil; así que para llegar a esta paradisíaca playa se requiere de voluntad y emoción. Nosotros como "mochileros" que somos, en busca de adrenalina nos decidimos por el más difícil, sin olvidar mencionar que era el más barato también. El proceso consistía en tomar un autobus desde el centro (donde nos hospedamos) hasta un pueblo o parroquía llamado "Pasa Caballos", luego tomar el Ferri (a lo que llamamos gabarra en Ecuador) y cruzamos un pequeño estero de aspecto insalubre y tranquilidad perpetua. Una vez en el otro lado, alquilamos una motocicleta con chofer incluido quien fue el que nos trasladó hasta nuestro destino final: PLAYA BLANCA. El otro trayecto consistía en tomar un bote directo desde la terminal en Cartagena, pero incluso la descripción sonaba algo aburrida, por lo que al final estuvimos felices de haber tomado la mejor decisión.




La playa era tal como la habían descrito, una completa maravilla. Era como una piscina de tres colores, que se formaban dependiendo del color del cielo. Una extensa planicie de arena blanca y aguas cristalinas, rodeado de rústicas cabañas adornadas por el reventar de las olas. La tranquilidad abundaba aquí, era el lugar perfecto para esconderse de la odiosa vida cotidiana. Por la noche, después de cenar y refrescarnos con unas infaltables "águilas", mi compañero se fue a dormir, mientras yo me dejé sorprender por una espectacular tormenta de rayos que se perdían en el Atlántico; era la primera vez que los veía tan cerca y sin sonido alguno que pudiera alterarme, así que lo disfruté como nunca. 





Al siguiente día, la apacigüe tranquilidad se vio interrumpida por la incesante llegada de turistas. Al parecer los domingos era el día de mayor cobertura y por eso todos venían a perderse en este hermoso lugar. Así que desayunamos una deliciosa pizza artesanal, y yo en particular me metí a disfrutar una vez de las cálidas aguas del caribe, hasta esperar la hora de retorno a la ciudad




Cartagena siempre fue una de las ciudades por las que nunca tuve deseos de conocer, sin embargo, una vez que estuve tan cerca de ella, no pude contener la emocionante curiosidad que me envolvía. Definitivamente fue la mejor de las decisiones. Después de Cartagena, aprendí que lo irreal y soñado se representa de alguna manera en ciertas manifestaciones terrenales!


Algunos datos:

Hostal s/20.000 pesos: ($9.50) --> Getsemaní
Almuerzos s/6.000 pesos ($2.75)
Bus urbano s/1.700 pesos ($0.95)

Trayecto a Playa Blanca:

Bus del Centro a Pasacaballos s/1.700 pesos ($0.95 centavos)
Ferri (Gabarra) s/900 pesos ($0.50 centavos)
Moto a Playa Blanca s/15.000 pesos ($7.50) 



¡Que Viva Quito! una vez más


Una vez más fui presa fácil de la inseguridad y por poco arruina mi fin de semana. Desde hace algunos días atrás había decidido que viajaría y continuaría con la tradición anual de presenciar las fiestas de Quito, desde el alto frío capitalino. Sin embargo, cuando llegó el día, la ansiedad me llevó a analizar detenidamente lo que sería un fin de semana que empezaba a tonarse inseguro.

Lo cierto es, que después de consultar con algunas conciencias, algunas buenas y otras en búsqueda de su identidad, decidí arriesgarme y dejar que la improvisación se adueñe de mis sentidos y les de la libertad de actuar inconscientemente. 

Llegué el sábado por la mañana, un día después de haber finalizado las fiestas por los 479 de Fundación de la capital del Ecuador. Un sol resplandeciente me recibía, como tratando de calmar mi incertidumbre con algo de calor costeño y enmudeciendo mi brutal pensamiento con su hipnotizante escenario montañoso.

Tan pronto como tuve contacto nuevamente con el mundo, me fui a casa de Adri, quien sería mi "host" por el fin de semana. Una vez instalado, procedí a encontrarme con aquellas dos argentinas que hace 15 días atrás había hospedado en mi casa de Esmeraldas, y hace 30 días atrás en Guayaquil. Este sería nuestro tercer y por el momento último encuentro, así que intentamos disfrutar cada segundo. 

Luego del típico y parcializado abrazo y del tradicional rememoramiento de los últimos momentos vividos, caminamos durante un largo tramo, abrazados por la brisa refrescante del páramo andino, observando cada una de las particularidades de la capital, y conversando acerca de lo que haríamos durante el finde.


Y así, ya casi sin aire y con el pulmón en la mano, llegamos hasta la casa de Tito, el árabe del cual otra de mis amigas guayacas suspira momentáneamente. Subimos una loma de apenas tres cuadras y un centenar de escalones, un verdadero desafío para alguien de la costa como yo.  No obstante, la recompenza tan fiel al esfuerzo fue un deleite de emociones, al poder contemplar desde las alturas medievales, la casa de la selección ecuatoriana y parte del centro-norte de la ciudad.




La noche fría pronto perdería intensidad, luego de probar unos mates argentinos bien cargados que nos harían reavivar el ánimo. Media hora después ya estábamos listos para continuar con la fiesta, y que mejor oportunidad que celebrando el cumpleaños de una muy querida amiga alemana, quien un año atrás había vivido en Guayaquill por tiempo y que actualmente por cosas del destino tuvo que parar en Quito. Su cumpleaños fue una gran oportunidad para estrechar lazos amistad y reforzar el encuentro .

La entrada a casa de Lena (la cumpleañera) tenía un aspecto parecido al de un centro comercial. Un pasillo de casi 1 km de longitud, adornado por cientos de luces navideñas, que le daban un toque mágico y pintoresco en medio del ensordecedor silencio que lo animaba. Al llegar a la fiesta, en el piso 6to. del condominio, una latente sonrisa nos dio la bienvenida y nos incitó a hacer lo que mejor nos sale, divertirnos!!!

Fue una fiesta de altura, no solo por el hecho de haber sudado la gota gorda a mas de 2.800 msnm, si no también por la generosidad y camaradería con la que fuimos recibidos. Comimos, bailamos, reímos, volamos y al final dimos rienda suelta a ciertos placeres que en la cotidianidad nos cohíben.

Al siguiente día el "chuchaqui" se manifestó en algunos más que en otros. Por mi lado, tenía más cansancio por mi acelerado esfuerzo al respirar, que por lo vivido la noche anterior. Durante todo el día pasamos holgazaneando y rememorando momentos de la noche anterior que habíamos perdido en el espacio. Fue un final perfecto, de esos que normalmente te dejan con ganas de más.